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Review 4ª temporada de Emily En París: un tortillón a la francesa más insípido que nunca

 


¡Bonjour La Ploucs!


Lo confieso, una de las mejores cosas que me ha traído este 2024 es el descubrimiento de Emily En París. Además de hacerme retomar mi abandonado curso de francés en Duolingo, ha conseguido despertar tras muchos años mi espíritu fan girl carpetero como no lo hacía ninguna serie desde Victorius, La Gira o iCarly. Amena, coral, divertida y protagonizada por una adorable Emily Cooper, la serie es un respiro de aire fresco para aquellos que solo buscamos entretenimiento basura (y a mucha honra) en medio del cada vez más complejo y tergiversado panorama audiovisual. La premisa de Emily En París es simple, dar a los gays exactamente lo que quieren, una idílica vida dentro del show business parisino bajo el paraguas de una diva imperfecta pero exitosa a la que muchos tratarán de emular. Se trata en esencia de una versión mucho más glamurosa y con más presupuesto que Paquita Salas, pero con el mismo espíritu de sorprender al espectador con situaciones desternillantes y criticar de forma inteligente el superficial y frío universo de las redes sociales, la fama y la jet set social.


Si bien las tres primeras temporadas representaban una evolución lógica e interesante para la trama, la cuarta y última tira de entregas ha supuesto un estancamiento centrado en uno de los puntos que más hartazgo me producen en la serie, los forzosos vaivenes amorosos. La primera temporada representaba la resiliencia y el crecimiento personal a la hora de encajar en nuevos entornos laborales y personales ante la adversidad. En la segunda temporada vemos como se desarrolla personalmente Emily en su nueva y consolidada vida. En la tercera todo gira en torno al proceso del renacimiento de la Agence Grateau tras el despido de la plantilla de Savoir por parte del Grupo Gilbert. En cambio, esta cuarta temporada no tiene nada nuevo que ofrecer en términos de linea argumental más que revivir cartuchos gastados de temporadas pasadas de la serie e incorporar personajes intrascendentes y mal diseñados. Por si fuera poco, el final de la temporada deja entrever la poco inteligente idea de trasladar el hogar a Emily a Roma, perdiendo el sentido en el que fue concebido la serie y apartando a la protagonista de algunos de los personajes más interesantes de la serie que previsiblemente se quedarán en París.

La temporada 4 de Emily En París nos regala la escena clónica número 45868 de Mindy paralizando espontámente la calle con una actuación que mágicamente se hace viral en las redes y le catapulta a la fama


Uno de los puntos más flojos de la serie en esta cuarta temporada ha sido bajo mi punto de vista la incorporación de nuevos personajes que han restado a la trama. Si una cosa ha caracterizado a Emily En París desde sus inicios es su brillante casting. Un lineup de personajes con una personalidad y función para la trama muy definida. Si bien Mindy conquistó a muchos por su espíritu libre, espontaneidad y carisma en las primeras temporadas, en esta última se ve bajo el yugo de un pretendiente que le corta las alas. Aunque muchos nos enamoramos del tierno chef Gabriel por su sonrisa, su simpatía y su dulzura, en la cuarta temporada se concibe como un ser cenizo, plano, repelente y con una inteligencia emocional en números negativos. Todo esto lo refuerzan introducciones de perfiles anodinos y ambiguos que contrastan con la visceralidad del elenco original. Previsiblemente la única función de Genevieve será la de ser una falsa modosita cuyo único cometido será seducir a un más que desgastado en la trama Gabriel. Por su parte, la aparición de Nicolas De Lyon en la trama no da ni para hacerlo pasar por un villano odiado por el público. El rico (y gilipollas) empresario simplemente sirve para retratar la figura del egoísmo, la vanidad, la frialdad y, que para colmo, sirve de punto de partida de algunas de las tramas más infumables de la serie. Mindy, amiga, date cuenta.


El peinado a lo "niño georgiano de Eurovisión Junior" que luce Gabriel en esta 4ª temporada no ayuda a que obviemos que su amor con Emily ha sufrido más idas y venidas que la Cuca De Llum del tibidabo en un día de verano


Además de hacer creer al espectador que el único aspecto clave en la autoestima de Emily es mantener una relación sentimental estable, no hay mucho más que rascar de esta cuarta temporada. En detrimento de jocosas y livianas tramas ligeras que es lo que siempre ha funcionado en la serie, se abordan demasiados temas profundos de forma superficial (valga la contradicción), frívola e inadecuada. Es completamente necesario que la industria audiovisual retrate en sus obras temas como los abusos de poder y la sexualización de la mujer en su trabajo, pero puede que Emily En París no sea la seria que ofrezca el mejor marco para hacerlo con propiedad. Y si en alguna vez tuvo oportunidades de serlo, desde luego que no lo ha sido en absoluto. Lo mismo ocurre con la adopción, las relaciones tóxicas o el machismo, que se han abordado de una forma impropia al espíritu con el que se concibió la serie queriendo emular a un producto que este título no es.


Si una trama ha representado el "quiero y no puedo" de la cuarta temporada de Emily En París es la del grupo musical de Mindy seleccionados para representar a Francia en Eurovisión. Todos los gays se Europa tuvieron una reacción multiorgásmica al conocer que sus dos universos se fusionarían en un giro de guión impredecible y lleno de oportunidades. Oportunidades, sin embargo, que no han sido aprovechadas. La fantasía fruto del delulismo creativo al que nos tiene acostumbrado la serie apenas despega alegando "los problemas financieros que tiene Mindy para cubrir su viaje a Eurovisión", pero son acuchillados al final de la temporada bajo el pretexto de que Nicolas De Lyon consigue descalificar la canción del festival a modo de despecho por su ruptura con Mindy. Hay muchas cosas que podrían haberse hecho para sacar más tajada a una trama que lo tenía todo a favor para ser de las más recordadas de la serie. Incluir a alguna estrella exeurovisiva de Francia a modo de cameo en algún episodio, encargar a Agence Grateau la campaña de marketing hasta el festival o molestarse en haber siquiera rodado un puto videoclip para Mon Soleil. Canción supuestamente escogida para el festival pero que por algún extraño motivo solo se escucha en dos escenas contadas a lo largo de toda la serie.


La subtrama de Mindy aceptando currar en una especia de "Sala Bagdad" parisina para costear su paso por Eurovisión puede que sea de las únicas cosas frescas de la temporada


El fandom de Emily En París echa de menos las situaciones desternillantes por las que todos nos hechos enganchado a la serie de primeras temporadas. Lejos queda aquella vez en la que Emily fundió los plomos de su edificio al intentar enchufar su Satisfyer a la corriente, esa faceta tan cock destroyer de Sylvie por la que muchos nos enamoramos del personaje o cuando la mismísima Brigitte Macron opinó en Instagram sobre un lubricante vaginal.


A modo de punto de partida para la quinta temporada ya confirmada propongo enfrentar a la Agence Grateau capitaneada por Sylvie con una renovada Savoir al mando de alguna diva servidora de coño deseosa de quitarle clientes a la primera. Todo por supuesto con la figura de la hortera y jocosa a partes iguales Madeline Wheeler en las sombras. Necesitamos pelea de gatas y si es con tirones de pelo, mejor.






¡Au revoir!